El tamaño si importa

“La ciencia ha eliminado las distancias”, eso pregona Melquíades, el gitano corpulento de barba montaraz y manos de gorrión, en las primeras páginas de la novela, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

El enunciado sentencioso viene a propósito del intento por provocar el asombro de los habitantes de las 20 casas de barro y cañabrava de Macondo, al mostrarles el último descubrimiento de los judíos de Ámsterdam.

Mediante el pago de 5 reales, los macondinos ven en la diminuta circunferencia de un catalejo a una gitana al alcance de la mano, aun cuando ella está en el otro extremo de la aldea.

A falta de los judíos de Ámsterdam o de los sabios alquimistas de Macedonia, traídos al mundo por un Premio Nobel, los internautas contamos con los sabios de Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp y Zoom.

Esos son los catalejos de hoy, que hasta hace poco, habían encontrado por parte de integrantes de generaciones veteranas, idéntica resistencia a la que Úrsula Iguarán, esposa de José Arcadio Buendía, aplicaba a las novedades gitanas.

Más de una ocasión, infantes, adolescentes, veinteañeros, treintones, cuarentones y uno que otro cincuentón, fueron objeto de enconados ataques de los representantes de la antigüedad que con frases como, “otra vez con esa maldita porquería”, han buscado desalentar el uso de dispositivos.

Sin embargo, apareció otro tipo de ataque, sorpresivo, artero y a veces letal, protagonizado por el coronavirus, organismo 900 veces inferior a la circunferencia de un cabello.

La destreza extraordinaria para trabajar en equipo con sus iguales, compensa la dimensión insignificante de este ser que -sin exagerar- ha mostrado su capacidad para inmovilizar al mundo.

Además, como si fuera parte de sus objetivos, logró cambiar la imagen “maldita” de los dispositivos, tan pronto los más viejos se comunicaron con los más jóvenes, de viva voz y con imagen de si mismos.

Cual aliados del coronavirus, aparejados con su ataque, los catalejos de nuestros días, dominan la vida de todos en todas partes.

Así se cumplió otra sentencia de Melquíades que al mostrar cerca lo distante, dice, “Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa”.

El enunciado es rotundamente cierto, el hombre puede ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra sin moverse de su casa.

Sin embargo, la inmovilidad aludida, al menos en estos tiempos, no es condición alternativa sino obligatoria.

Situación que expone a la vez, logro y deficiencia. Los sabios de nuestro tiempo han logrado hacer visible lo mas lejano pero siguen sin hacer visible lo más pequeño.

Estamos a merced de los microorganismos anómalos cada que deciden poner en jaque a los gigantes humanos, cual David a Goliat.

En el imaginario alegre, sería deseable que los esfuerzos de la ciencia y la tecnología se concentraran tanto en el tamaño como en la distancia.

Quizá, a la ciencia le ha faltado inteligencia militar para desarrollar estrategias previas.

Las históricas batallas contra microorganismos lacerantes, debían haber impulsado ya, la real visualización del carácter potencial de estos ataques.

La lógica hace suponer que asumir así el peligro, debiera impulsar el compromiso de generar estrategias a la altura del desarrollo tecnológico, a fin de mantener la vida sin que sólo dependa del jabón y el encierro.

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Autor: Miguel de la Cruz

Miguel de la Cruz, el único periodista de cultura con una trayectoria de más de 30 años en televisión. Egresado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana y colaborador de Canal Once desde diciembre de 1989 hasta la fecha. Recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural por parte de la Universidad Autónoma de Yucatán y la plataforma de periodistas culturales Manos libres en el marco de la Filey y el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez que entrega la Universidad de Guadalajara en la Feria Internacional del Libro de esa ciudad.

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3 Comentarios

  1. Magnífica alegoría. Gracias Miguel.

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  2. Esperemos NO llegar a Un mundo feliz del tipo que Huxley escribió.

    Saludos

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