El Cosmos renacido

La emoción compartida solo cabe en edificios grandes.

Mientras sean más los que desean satisfacer su necesidad de emocionarse a partir de la misma preferencia, el lugar donde habrán de concretar su objetivo tiende a ser monumental.

Basta recordar un ejemplo del pasado para aclarar lo que quizá no se piensa en situaciones del presente.
Era 1993 cuando muchos quisieron ver, oír y sentir en vivo el espectáculo de Michael Jackson en la Ciudad de México, satisfacerlos implicó varios conciertos en el Estadio Azteca, como los requirió también en su momento el grupo irlandés U2.

Lo dicho, emocionarse en conjunto requiere espacio.

Los tiempos eran otros, cuando aún faltaban años para que existieran los conciertos multitudinarios y el cine se encargó de emocionar a colectividades con sonido e imágenes en movimiento.

No existen monumentos a la emoción, sin embargo, se valora tanto como para convertir en millonarios a quienes logran promoverla y a la vez, atraen otros recursos creativos.

Así el cine atrajo a la arquitectura, sus protagonistas se dieron gusto diseñando salas de exhibición palaciegas.

Vestigios de aquellos tiempos hoy sobreviven en ruinas como el Cine Ópera o el Orfeon, el Metropolitan, convertido en auditorio de conciertos o el cine las Américas que tuvo destino idéntico.

Otra transformación sin precedentes, al menos en México, requiere mención aparte, el Bella Época, cine que se convirtió en librería.

Hubo cines entre las décadas del 40 y 50 que tuvieron aforo para miles de personas, de entonces data el cine Cosmos, ubicado en Calzada México Tacuba, se inauguró en 1946, cuando el circuito interior aún no elevaba los caminos.

La inauguración del Cosmos hace 75 años casi coincidió con un incendio que interrumpió sus funciones, retomadas un par de años después para continuar abierto por más de dos décadas.

Este inmueble lo mismo tuvo, épocas de vacas gordas que de vacas flacas, la intensidad de la sensación por el cine disminuyó hasta que el inmueble, descuidado e indeseable, quedó en desuso y posteriormente en el abandono.

Quizá el diseño de la fachada impuso respeto, aunque en sus peores momentos reflejó monumentalmente su deterioro, jamás dejó de estar erguida y ondulante.

Hace 10 años Víctor Hugo Romo, asumió el cargo de delegado de la demarcación Miguel Hidalgo y durante su administración, adquirió las ruinas de El Cosmos antes de que lo convirtieran en centro comercial.

Su objetivo fue transformar el cine en un centro cultural, no sabía en ese entonces que llevar a buen puerto su idea implicaría la larga travesía de una década.

Terminó su gestión sin terminar su proyecto, años después retornó al mismo puesto con nomenclatura distinta, ahora el alcalde Víctor Hugo Romo, logró reinaugurar El Cosmos en calidad de Fábrica de Artes y Oficios.

Los diestros oficios del arquitecto Enrique Norten, lograron una infraestructura de primer mundo para la enseñanza y expresión escénica y musical que además será sede de la Orquesta Típica de la Ciudad de México.

Anecdótica parece la historia que un funcionario haya tenido que irse y regresar al mismo cargo para concretar lo que tenía proyectado.

Lamentable mas bien resulta que una buena propuesta de un funcionario no sea retomada por otro, como si el tema en cuestión no representara obvios beneficios sociales.

Es claro que un mar de ignorancia ahoga a quienes conciben a la cultura como sinónimo de intrascendencia.

El sol extrae ahora fulgores pretéritos de la fachada de El Cosmos al reflejar su luz con fuerza cada medio día, como remembranza de sus tiempos mozos y confirmación de haber retomado similares derroteros.

Mientras desde el exterior este edificio satisface el gusto de la vista, place mucho imaginar que en su interior ocurra cotidianamente, un festín de acciones artísticas y culturales.

El deseo mayor es que nunca vuelva a extraviar su vocación ni el cuidado de sus matices y sus formas. Y contrario al caos, El Cosmos de ahora en adelante haga siempre honor a su nombre en función de su permanencia plena.

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Autor: Miguel de la Cruz

Miguel de la Cruz, el único periodista de cultura con una trayectoria de más de 30 años en televisión. Egresado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana y colaborador de Canal Once desde diciembre de 1989 hasta la fecha. Recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural por parte de la Universidad Autónoma de Yucatán y la plataforma de periodistas culturales Manos libres en el marco de la Filey y el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez que entrega la Universidad de Guadalajara en la Feria Internacional del Libro de esa ciudad.

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6 Comentarios

  1. Querido Miguel, contundentes tus palabras cuando dices, y cito: Es claro que un mar de ignorancia ahoga a quienes conciben a la cultura como sinónimo de intrascendencia. Agradezco tu decir que explica mucho en pocas palabras el punto eje de esta problemática. Saludos

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      Cuanto agradezco tu comentario. Todo aquél que observe bien, detectará cuantas tempestades de ignorancia nos han maltrecho en distintos momentos y lo peor, siempre hay causantes con nombre y apellido.Gracias por tu lectura y te invito a explorar los demás espacios de este sitio.

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  2. Qué fortuna que por fin se haya concluido. Que sea para bien de la ciudad, pues va en concordancia con la reutilización de los espacios destinándolos a fines culturales; así ocurre en las grandes capitales del mundo, ojalá México mantenga esa tendencia.

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  3. Hola Miguel me encanto tu narrativa, a veces se nos olvida lo que sucede , con el ir y venir de la vida y lo que tu nos haces recordar de lo que pasa con estas construcciones con tanta historia , me parece fantástico .. Saludos

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