Adiós Eraclio, muchas gracias.

Alguna vez conté esta historia, la ocasión ahora obliga a emprender el retorno al mismo relato. Quizá por la naturaleza de la memoria, que no se distingue por la fidelidad absoluta hacia la realidad, este segundo intento podría lograr más la semejanza que la reproducción idéntica de los mismos hechos.

Era una tarde de lluvia de 1990, un equipo de “Hoy en la Cultura”, noticiario que se transmitía por Canal Once, llegamos al número 43 de la calle Río Nazas en la colonia Cuauhtémoc, con la misión de cubrir una sesión de cuenta cuentos. 

En ese entonces, se cubrían 3 o 4 actividades culturales por tarde, sin embargo, entre el tráfico y la distancia se sumaban obstáculos que resultaban en nuestra frecuente impuntualidad, de tal forma que al llegar al lugar de los hechos, muchas veces había que reconstruir lo que minutos antes había ocurrido.

Aquella tarde no fue la excepción, el sitio al que llegamos era el Instituto Francés de América Latina, ahí, en un salón cuadrangular de paredes verdes, un grupo de 15 o 20 personas, sentadas en sillas plegables, escuchaba la narración de un escritor de cara redonda y pronunciación enfática que captaba miradas y oídos con un poder hipnótico.

Eraclio Zepeda se encontraba en pleno relato oral, cuando fracturamos la comunión entre el oído y la palabra, al irrumpir con el sonido de los metales del tripié y la cámara.

Por alguna situación que no viene al caso, Marco Gómez, asistente de cámara fungió como camarógrafo, -ahora es productor y director de campo en Tv Azteca- ojo fino y atinado que grabó en video los semblantes abstraídos por la plática e incluso un escucha que se quitó los zapatos y fue sorprendido por el sueño con los brazos cruzados.

Yo estaba ahí en calidad de asistente de producción, pero la reportera que tenía asignada esa cobertura no llegó, entonces, vino la pregunta del asistente de cámara convertido en camarógrafo ¿Lo vas a entrevistar?

Dije si y al final del relato oral me acerqué a la mesa ¿Buenas noches, nos permite unas preguntas? es que no pudimos llegar a tiempo. Claro que sí con mucho gusto, fueron las primeras palabras que escuche del escritor chiapaneco y entre las características del cuento y otras cuestiones concluyó la entrevista.

Días después le consulté a Valentín Alemán, entonces jefe de información de Hoy en la Cultura ¿Qué le vas a hacer a esa nota?

Escríbela, me dijo, estaba esperando que me preguntaras.

Me propuse hacer una nota que se escuchara como ninguna otra y después de varios intentos quedó un inicio resonante: Todo lo que sucedió aquí fue puro cuento y no es que el señor que hablaba al frente les tomara el pelo a los asistentes sino que hizo gala de buenas maneras en el arte de la narración oral…

En ese tono fue la nota, enfaticé la presencia de la persona sin zapatos que se quedó dormida y los momentos que generaron risa por la particularidad del relato.

Rubén González Luengas, director y conductor del noticiario cultural, al ver la nota al aire preguntó ¿Quién hizo eso? Le informaron que el asistente de producción que le llevaba el guión a maquillaje cada noche era el autor o sea yo. La orden fue: Mándenlo más seguido.

En los días, semanas y meses siguientes continué la labor combinada entre la asistencia de producción y esporádicas coberturas, hasta que me dieron el puesto de reportero. Los ingredientes que me ofreció Eraclio Zepeda fueron fundamentales para la consistencia del platillo periodístico que me abrió la puerta hacia la actividad a la que me he dedicado durante más de 25 años.

Justo al cumplir el cuarto de siglo en el periodismo conté esta historia, la escribí en un blog que antes existía en el portal de Canal Once, lo comenté al aire en el noticiario matutino y entonces recibí una llamada, era Manuel Zepeda, hermano de Eraclio, a quien conocí durante su labor en difusión cultural en la Universidad Veracruzana.

“Se enteró Laco -así le decían a Eraclio sus allegados- háblale quiere agradecerte la mención”

Le hablé, en efecto, le había emocionado lo que conté. Resulta que después de esa sesión de narración oral, el gobierno de Francia lo invitó a la ciudad Luz. ” A ti te significó obtener el puesto de reportero y a mi llegar a París”, me dijo.

Había que retornar al relato mismo, ahora que Eraclio ha partido. Su afán generoso por contar bien historias fue motivo suficiente para que yo escribiera la nota que me hizo entrar a la lid periodística. Donde quiera que estés, infinitamente muchas gracias, Eraclio Zepeda.

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Autor: Miguel de la Cruz

Miguel de la Cruz, el único periodista de cultura con una trayectoria de más de 30 años en televisión. Egresado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana y colaborador de Canal Once desde diciembre de 1989 hasta la fecha. Recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural por parte de la Universidad Autónoma de Yucatán y la plataforma de periodistas culturales Manos libres en el marco de la Filey y el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez que entrega la Universidad de Guadalajara en la Feria Internacional del Libro de esa ciudad.

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2 Comentarios

  1. Hermoso escrito Miguel, pones el corazón en ello! Mil gracias por compartir!

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  2. La verdad es que el maestro Eraclio era todo un personaje: bonachón, siempre dispuesto a la interación con su público, cálido y experto, como dicen los tabasqueños, en la jiribilla mordaz, cáustica pero siempre refrescante.
    Recuerdo cuando, por aceptar un cargo público “se le amotinó la espiga”, encabezada por Óscar Oliva. Bueno eran tiempos de gran radicalismo politico de “izquierda”, hasa otro gran maestro, Jaime Sabines fue vituperado.
    El tiempo todo lo pone en su lugar, y ambos chiapanecos seguramente están, en estos momentos, en una profunda y divertida tertulia literaria.

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