David Garret en el Auditorio Nacional
Desde lo más profundo de la madera, el alma sonora del violín trataba de abrirse paso entre los gritos de la jungla instrumental, batería, piano, guitarras y bajo, acaparaban el festín de los oídos. Sin embargo, la sutileza del sonido de las cuerdas, sólo alcanzó para dar al violín una presencia absolutamente discreta. Aún así, en el escenario del Auditorio Nacional, la estrella era el violinista, su nombre cubría la totalidad de la cartelera y en la información curricular destaca, su debut a los 10 años de edad con la Filarmónica de Hamburgo. David Garret, entró al Auditorio Nacional por una puerta lateral, su andar lo llevo a los pasillos entre butacas y desde ahí comenzó a tocar. Procesión de elementos de seguridad rodearon al músico nacido en Aquisgrán, Alemania, el 4 de septiembre de 1980. Los escasos espacios vacios, permitían afirmar con un mínimo de imaginación, que el Auditorio registraba localidades agotadas. Una joya lo que entre las manos lleva David Garret, sus datos apuntan que alterna el uso de un Stradivari de 1718 y un Giovanni Battista Guadagnini de 1772. Una inclinación, un medio giro, su tránsito por el escenario y las voces a coro desde las butacas emitían sonidos de emoción desaforada. Las pantallas monumentales a los costados del Auditorio muestran close up de Garret y las expresiones se intensifican. David Garret, además de músico es modelo. Rasgos fisonómicos que lo hermanan con la imagen idealizada de un ángel, provocan el delirio expresado en gritos de algunas damas del público. Estampa distinta a la que muestra Ryu Goto, violinista neoyorkino de padres japoneses que genera movimientos dactilares huracanados sobre las cuerdas de su instrumento, pero no es modelo, en sus conciertos el delirio del público es intenso pero distinto al que genera Garret. Y aun cuando la demostración de la destreza veloz en la ejecución del violín por parte de Garret la respalda un record Guinnes con la interpretación de El vuelo del moscardón de Nikolai Rimski-Kórsakov en poco más de 65 segundos, las piezas populares adaptadas al violín no permiten el lucimiento de esa destreza. Y el violín seguía siendo un murmullo, perceptible sin convertirse en protagónico. Pero… La euforia desconoce la degradación de intensidades, entonces ¿Es el violín o el violinista? ¿Es la música o la percha del ejecutante? David Garret en el Auditorio Nacional